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miércoles, 16 de marzo de 2011

Violencia

Aunque creamos que somos civilizados, es imposible ignorar la violencia y la agresividad que nos rodean. Algunos de los actos más atroces que ha conocido la humanidad se cometieron en el siglo XX y no en un remoto y salvaje pasado. El genocidio del Pol Pot, el Holocausto judío, el asesinato de 26 millones de personas en la China de Mao o la guerra de Ruanda son sólo un ejemplo.

Pero no toda la violencia se expresa en masacres y asesinatos en masa. Todos los días ocurren hechos de esa naturaleza en menor escala, pero no por eso menos aterradores; violencia doméstica, abuso infantil, homicidios, violaciones y agresiones...

Quizá nacemos con un instinto violento y con la predisposición genética a actuar agresivamente. Parece que desde el nacimiento algunos niños son más agresivos que otros. Freud pensaba que el instinto de agresión es innato y existen estudios genéticos que han revelado que la probabilidad de que dos gemelos sean agresivos es mayor entre los gemelos idénticos que entre gemelos distintos.

Es posible que el cerebro tenga que ver con esto. Centros cerebrales específicos parecen estar involucrados tanto en el comportamiento agresivo como en su inhibición. Desde hace mucho tiempo se sabe que quienes sufren de alteraciones graves de los lóbulos frontales tienen más dificultad para controlar los impulsos agresivos, de hecho la inhibición de este tipo de impulsos es una función de los lóbulos frontales.

¿Quizá estoy frustrado? Soy de esas conductoras que se enfadan cuando quedan atrapadas en un embotellamiento de tráfico, pero no por eso soy de las que maldicen a diestro y siniestro pero sí, me siento frustrada y, es obvio que cuando nos sentimos así la ira nos predispone a actuar agresivamente. El detonante es cómo interpretamos la frustración, si concluimos que alguien nos molesta premeditadamente actuamos, así que, si me pisan, más vale que sea accidentalmente.

¿Somos producto del ambiente? Quizá aprendimos a ser agresivos observando a otros. Numerosas teorías aseguran que la conducta agresiva se aprende observando a los demás y viendo que son recompensados por actuar de esa manera. Boxeadores, pelis en TV, niños rudos y desafiantes, pequeños caprichosos insufribles... ¿Qué niño dejaría de ver los beneficios de ser agresivo en un medio de esta naturaleza?

Y ahora la otra cara de la moneda ¿Qué nos impulsa a ayudar? El 11 M, Japón, la madre Teresa de Calcuta.... pero esa ya es otra historia.

4 comentarios:

Jujope dijo...

La violencia psíquica, amiga. Esa violencia estructural, que no se recoge como supuesto en ningún decreto ni disposición gubernamental de estos iluminados apañados que estamos padeciendo. Esa es la que pita. Y muy mal.

Olivia dijo...

La violencia está en todos, en unos más que otros. Pero si la reconocemos oficialmente, la controlamos, y sobre todo nos hacemos responsables de la parte que nos toca, la historia sería otra. Seríamos ciudadanos responsables, no personas que creemos que la culpa siempre la tiene el vecino.

Louella Parsons dijo...

Creo que nuestro instinto de violencia tiene que ver con una mezcla entre nuestro cerebro y el ambiente.
¿Cuántos niños son violentos por haberse criado en ambientes familiares conflictivos?
La familia y la educación son muy importantes aunque, claro, esto no lo es todo.

Y, como dice OLIVIA, si no nos hacemos responsables de la parte que nos toca, poco podemos evolucionar.

No me considero una persona violenta pero reconozco que cuando más practico el mind control para no explotar es cuando conduzco.

Flops!!! dijo...

La violencia es inherente a nosotros desde el origen de los tiempos. Podría afirmarse que fue una de las primeras formas de comunicación (¿lenguaje?).
El paso del tiempo (no quiero utilizar el término evolución) nos ha traído hasta aquí, un momento en el que la violencia sigue estando presente en nuestra vida cotidiana; si bien ha cambiado la manera de ejercerla.
Creo que preferiría recibir un puñetazo que vivir un episodio de violencia pasiva, el cual, nunca es producto de una explosión puntual de ira.
Personalmente, no dudaría en utilizar la violencia ante una situación de grave peligro para cualquiera de los míos.
Debo ser un monstruo.